En el mundo actual, donde la información se propaga a una velocidad sin precedentes y la transparencia es una demanda creciente, la ética en las relaciones públicas (RRPP) se ha convertido en un tema crucial y algo esencial en nuestro trabajo. La integridad y la honestidad no solo son valores deseables, sino que son fundamentales para construir y mantener la confianza del público. Pero ¿dónde está el límite en las prácticas de relaciones públicas? El límite debemos ponerlo nosotros.
Así, tenemos que poner en la balanza términos que nos ayudarán a mantener esta ética de la que hablamos:
Transparencia vs Confidencialidad
Podríamos decir que éste es uno de los mayores dilemas éticos en la profesión de las relaciones públicas. Los profesionales que trabajamos en este sector debemos proporcionar información veraz y completa al público, pero también tenemos la responsabilidad de proteger la información confidencial de nuestros clientes. El límite aquí radica en la capacidad de comunicar de manera honesta sin comprometer datos sensibles.
Alguna vez (gracias a Dios, no demasiadas) nos hemos tenido que enfrentar a una situación de crisis de alguna de las empresas para las que trabajamos. Es el perfecto ejemplo de poner en la balanza transparencia y confidencialidad. Debemos informar sobre los hechos sin ocultar detalles cruciales que puedan afectar a sus stakeholders, pero tenemos que hacerlo sin divulgar información comprometida o violar los acuerdos de confidencialidad.
Veracidad vs Exageración
No todo vale y, a veces, en la búsqueda por captar la atención del público, existe la tentación de exagerar los logros o noticias de nuestros clientes. Esto puede surtir efecto en una ocasión determinada. Sin embargo, distorsionar la verdad puede ser perjudicial para la reputación corporativa a largo plazo y ocasionar la desconfianza de los públicos. Hay que valorar si lo que compensa a corto plazo lo hace también a largo plazo. Yo creo que no y debemos tener cuidado con esto.
Si antes hablábamos de crisis, aquí me viene a la cabeza la publicidad y me podría centrar en uno de los sectores que mejor conozco: el de las nuevas tecnologías. A veces, si exageramos las capacidades de un nuevo producto, podemos generar en los lectores expectativas que nos son reales. Si al final ese producto no cumple las expectativas, la desconfianza generada puede causar un daño irreparable a la marca. Ya ha perdido un cliente.
Intereses del cliente vs Intereses públicos
Es habitual que los profesionales que nos dedicamos a las RRPP nos veamos en la tesitura de elegir entre los intereses de nuestros clientes y el interés público, que a veces pueden estar en conflicto. Hay que saber capear estos escenarios y tomar las mejores decisiones que no sólo beneficien al cliente, sino que también consideren el bienestar público.
¿Qué hay de esas empresas altamente contaminantes? La industria de la moda, por ejemplo. ¿Qué pasa con esas marcas fast fashion que se enfrentan a críticas por el elevado nivel de rotación y de producción, con un gran impacto ambiental de sus operaciones? Aunque es tentador minimizar estos impactos para proteger la imagen del cliente, una estrategia ética implicaría reconocer los problemas y trabajar en soluciones sostenibles.
Manipulación vs Persuasión
Existe una delgada línea entre ambos conceptos. ¿Cuál es nuestra labor como comunicadores? Mientras que la persuasión busca influir en la audiencia de manera honesta, la manipulación implica técnicas engañosas que pueden distorsionar la percepción y las decisiones del público. ¿Debemos manipular para vender nuestros mensajes? La respuesta es “no”. Lo ideal sería intentar persuadir a través de hechos relevantes, permitiendo que el público forme su propia opinión.
Y no me gustaría terminar sin hacer una breve mención a la tan de moda RSC de las empresas… ¿Se trata de comunicaciones genuinas o simplemente un lavado de imagen de las empresas? No hay nada peor, desde mi punto de vista, que utilizar las causas sociales como herramienta de marketing, a no ser que éstas sean 100% altruistas.
En resumidas cuentas, la ética en las relaciones públicas es una cuestión de equilibrio y juicio constante. Los profesionales deben estar comprometidos con la honestidad, la transparencia y el respeto tanto a sus clientes como al público. Al mantenerse firmes en estos principios, pueden construir una profesión más confiable y respetada, contribuyendo positivamente a la sociedad en su conjunto.