La inteligencia artificial (IA) está ganando una carrera en la que corre por detrás de los humanos. Avanza a grandes pasos, en efecto. Cada día nos sorprende una tecnología nueva que la utiliza para automatizar, con gran eficacia y realismo, procesos que nos parecían sólo reservados al ingenio y talento personales. Puede hacer más tareas rutinarias en menos tiempo de las que podríamos abarcar, además de crear contenidos que rivalizan con resultados profesionales. Nuestra sensación es la de que, en estos momentos, va muy por delante de nosotros. Y, sin embargo, no puede ir por delante.
En este escenario, la inteligencia artificial se nutre de lo que ya existe. Para que Leonardo o Midjourney puedan generar sorprendentes ilustraciones, deben ser entrenados con material gráfico que ya exista. Sería imposible que estas plataformas pudieran imitar a grandes artistas si antes no se les hubiera facilitado el acceso a material de dichos creadores para poder imitar lo que los hace característicos. ChatGPT no puede redactar un texto preciso si no partiera de lo que, previamente, existe accesible en internet. Copilot sería incapaz de redactar correos electrónicos por nosotros si no pudiera bucear en todos los mensajes que hemos enviado antes desde Outlook.
Las bases generativas de la IA
Para crear, la IA tiene en cuenta dos elementos fundamentales: el contenido de referencia (de donde obtiene la información que debe interrelacionar) y el modelo de lenguaje (lo que le permite conectar las piezas y que el resultado sea coherente y con sentido). Lo segundo es producto de la capacidad de la tecnología para encontrar patrones, mientras que lo primero es resultado de la genuina inventiva humana.
Las dos cosas, existían antes que la inteligencia artificial, obvio, y sigue siendo necesario que lo sean. La inteligencia artificial, hasta ahora, no puede construir de la nada. Por esta razón existen creadores de contenido reclamando derechos de autor por el entrenamiento de estas plataformas con su trabajo. Por eso, también, encontramos que lo que nos ofrece la inteligencia artificial obedece a los sesgos cognitivos que alteran nuestra percepción de las cosas y cómo reaccionamos ante ellas.
Finalmente, la inteligencia artificial genera un producto que podemos catalogar como “intermedio”, dado que nos ofrece resultados que obedecen a una media de productos existentes con los que satisfacer al público situado en una supuesta mediana en relación con la petición que hacemos (prompt). Eso lleva a que, en general, los resultados que conseguimos sean habitualmente satisfactorios y convincentes, aunque nunca sean deslumbrantes para los que son expertos en la materia.
Retroalimentación creativa
Sin embargo, decía al principio que la inteligencia artificial va por detrás de nosotros. Nada es cien por cien original porque no podemos evitar ser permeables a lo que descubrimos y a lo que nos rodea. Pero la originalidad humana reside en su capacidad de remezclar sin seguir patrones previos y ofrecer algo que no podría responder a los esquemas de comportamiento convencionales. Lo original puede ser mainstream, pero lo que sin duda lo distingue es la capacidad de sorpresa que genera porque no obedece a la media de los productos que hayamos visto antes.
“La originalidad humana reside en su capacidad de remezclar sin seguir patrones previos y ofrecer algo que no podría responder a los esquemas de comportamiento convencionales”
Limitaciones de la inteligencia artificial
Eso no lo puede conseguir la inteligencia artificial. La IA, como ya dijmos en MarketinDirecto, es un cuñado digital que trata de satisfacernos, aunque no sea el más listo en la sala. Nos convence, suena a plausible. Nos vale. Frente a ello, la inteligencia humana es capaz de ir más allá.
Si cada vez nos apoyamos más en la inteligencia artificial, lo que terminaremos haciendo es reforzar el contenido basado en lo ya sabido, en lo que responde a patrones de un tiempo y una época. Los sesgos cognitivos se perpetuarán y llevará más tiempo que el progreso social se asiente, porque la IA nos seguirá devolviendo contenidos anclados en un corpus pasado.
Es más, cabe la posibilidad de que la inteligencia artificial empiece a alimentarse –si no lo está haciendo ya- de otros contenidos generados por… inteligencia artificial. De esa manera, los aciertos y errores sobre los que se basa se perpetuarán y retroalimentarán. Veremos vídeos, imágenes y textos construidos sobre otras piezas previas pasadas por el filtro de la IA, con sus grandes y pequeños errores que se asentarán, retorcerán e insertarán en nuestros contenidos sin que sea posible distinguir qué era correcto y qué no, qué era genuino y qué simulado.
Hacia una inteligencia artificial creativa
Probablemente, lo ideal es que la inteligencia artificial generativa evolucione en inteligencia artificial creativa. Entonces, será posible evitar arrastrar lo mediocre con nosotros y recuperar criterio, pero quizás, en ese momento, estemos más cerca de máquinas con pensamiento propio.
Como decía Michael Ende, “ésa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión”.