La victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales estadounidenses vino acompañada de una fuga de usuarios de X a Bluesky Social que algunos han llamado “The Great Migration”. La red social antes conocida como Twitter habría demostrado su utilidad como palanca de influencia en la opinión pública ayudando a apuntalar el triunfo del magnate norteamericano. No parece casualidad que Elon Musk, propietario de X, fuera una pieza clave en la campaña de Trump aportando algo más que dinero a la misma, sino también algunos retoques al algoritmo para visibilizar más los contenidos republicanos que los demócratas. Para muchos, tanto eso como el estado general de crispación y polarización en X fue suficiente para animarlos a emigrar a la alternativa creada por Jack Dorsey y abierta a todos desde principios de este año. Bluesky Social veía incrementar, así, su masa de usuarios de manera notable en busca de lo que una vez fue Twitter y que ya no encuentran. Y sin embargo, algo me dice que van a seguir sin encontrarlo.
Bluesky: no eres tú. Soy yo y somos muchos de nosotros.
Una mirada nostálgica a Twitter
En mi caso, me uní a Twitter allá por abril de 2009. Llegaba tarde en comparación con los pioneros que abrieron sus perfiles en 2007, aunque les dieran poco uso. Pero llegué a tiempo de sumarme a la plataforma cuando no estaban escritos sus códigos de uso y la mayoría de la gente que se unía compartía rasgos similares. Éramos profesionales tratando de conectar con otros colegas y de abrir líneas de comunicación sinceras y generosas. Queríamos dialogar, divulgar, solucionar. Fue maravilloso mientras la masa crítica de personas en Twitter la mantenía en un coto cerrado donde campábamos a nuestras anchas los que nos dedicamos a la comunicación, el marketing y el periodismo.
Desde Twitter se generaron diversos movimientos orientados a reforzar micro y macro comunidades. Llegamos a organizar encuentros físicos para ponernos cara. Fueron muy útiles. Sigo manteniendo el contacto con muchas personas de aquellos años y alguna que otra oportunidad profesional se forjó en ese contexto. Ni LinkedIn tenía la fuerza que llegó a tener Twitter como herramienta de conocimiento y networking.
Para algunos, Twitter era, además, un complemento perfecto para algo clave como era la dinamización de nuestros blogs. Era un agitador, una alarma de la llegada de contenido fresco. Además, al competir con menos publicaciones de las que se difunden hoy, las posibilidades de llegar más lejos aumentaban.
La etapa de la polarización
Sin embargo, llegó el momento de que el algoritmo cambiara y a los fundadores de Twitter, antes de la era Musk, les dio por considerar que la red social podía sugerir mejores contenidos de los que tú decidías consumir. Al mismo tiempo, se disparó el volumen de usuarios y comenzó la preeminencia de publicaciones virales basadas en primero en el entretenimiento y después en la política. Todo estaba listo para que los que buscábamos aprender y divulgar nos viéramos superados y oscurecidos por los que esperaban atención y casito. La polarización era cosa de días.
En los últimos años, el algoritmo ha premiado a los que generaban división y llamaban a situarse en un bando virtual. El que fuera. Fenómenos como la cultura de la cancelación, el cherry picking, las fake news, la desinformación e incluso la “mierdificación” han llegado en tromba en forma de tweet con consecuencias catastróficas para los que, una vez, fuimos usuarios participativos, generando publicaciones e involucrándonos en conversaciones.
Consecuencias para Bluesky
Muchos, como yo, hemos pasado a ser meros espectadores. Leemos, nos enfadamos, aplaudimos y, ocasionalmente, le damos un “like” a una publicación a modo de apoyo. Sin embargo, evitamos significarnos. Esquivamos las controversias y las polémicas apoyándonos en el silencio y dejando que sean otros los que se expongan, pero también los que se adueñen de la visibilidad. Los códigos que una vez dimos al viejo Twitter dejaron de servir en el nuevo. Hemos cambiado como usuarios: leemos, pero no creamos. No estamos para ciertas cosas.
La migración a Bluesky, como antes a Mastodon o después a Threads, buscaba volver a los orígenes. Es imposible. Esa época ya pasó. Hemos evolucionado y esperamos cosas distintas de las redes. Crear de nuevo una comunidad en una red social nueva requiere un esfuerzo notable y el temor de que los trolls de X aterricen en nuestro patio trasero, como ya está sucediendo. Confiamos en que los mecanismos de control funcionen, pero ¿lo harán? Hay oportunidades, pero no son las mismas.
No puedo encontrar la misma experiencia que viví en Twitter en Bluesky Social porque ya no soy el de hace 15 años. Todos hemos evolucionado. Somos más sabios, más listos… más cobardes. Quizás, sólo quizás, tengamos que replegarnos a territorios más íntimos y volver a empezar por la base y no por el tejado. Tal vez sea el momento de reforzar las newsletters o de retomar los blogs, para reunir, en un intercambio más exclusivo -que no un diálogo- a aquellos con quienes realmente queremos conectar como profesionales, sin algoritmos que filtren lo que se recomienda leer o no.