No es fácil ser un streamer. Imagina realizar un directo todos los días, de dos horas, con una comunidad de miles de personas que espera el momento de conectar contigo, escuchar tu retransmisión y comentarla. Imagina la responsabilidad de sorprender a tu audiencia, de estar a la altura de sus expectativas, de entretenerla cada jornada con algo diferente. Preparar todo eso requiere organización, ideas, estructura, recursos… Lo que falta es tiempo. Y a pesar de eso, cientos de creadores de contenido en Twitch, en Youtube, en Instagram Live se lanzan a ello todos los días, sin guion, y superan la prueba. La improvisación en directo parece ser la clave en el nuevo escenario del mundo de los contenidos digitales.
El periodista Enric González, en el programa “A Vivir” de la Cadena Ser, recordaba que en los años 60 muchos jóvenes se iniciaban en el mundo de la radio buscando espacio en emisoras locales para crear programas musicales. Sin más propuesta que una pila de discos, pinchaban los temas más destacados del momento en selecciones muy personales que comentaban con su particular estilo y sin más equipo detrás que ellos mismos y su criterio.
Enric comparaba aquello con la situación de miles de personas que, en los últimos años, han abierto canales en YouTube y Twitch para generar su propio contenido. Ya no hablamos de programas. Hablamos de canales. La tecnología empleada es otra. Tampoco dependen los creadores de que una empresa les ceda espacio. En el entorno digital, las empresas que ponen el soporte están deseando que lleguen nuevos usuarios para que produzcan más vídeo. Hablamos de marketing de contenidos. Sin embargo, la pasión y los objetivos que los motivaban entonces y ahora siguen siendo los mismos.
En el entorno digital, las empresas que ponen el soporte están deseando que lleguen nuevos usuarios para que produzcan más vídeo
La presión para generar contenidos digitales
Cuando se supera la barrera de la afición para convertirla en una vía de negocio llegan las obligaciones y la presión. Los youtubers, es decir, aquellos que pueden firman el programa para partners de la plataforma, saben que tienen la obligación de mantener un cierto ritmo de creación de vídeos. Asimismo, deben construir, afianzar e incrementar una comunidad de seguidores que garantice unas reproducciones mínimas que justifiquen la inserción de publicidad por parte de terceros.
Lo normal es que el youtuber solo se tenga a sí mismo para idear, producir y emitir. Se convierte en una persona-orquesta que se encarga de todo lo necesario para que el espectáculo esté garantizado: iluminación, escenografía, sonido, temáticas… Esto último es lo más complejo. Obtener nuevas ideas para generar contenido ha sido el reto que se ha llevado por delante muchos canales que no pudieron aguantar el ritmo. Por eso hay formatos que se repiten de unos a otros canales como forma de facilitar la creatividad: vídeos de reacciones, especiales de preguntas y respuestas, “50 cosas que no sabes sobre mí”, retos virales que surgen cada cierto tiempo… La lista es inabarcable.
Hacia la improvisación en directo
Pero llega Twitch, la pandemia y el incremento exponencial de las conexiones en directo. A las dificultades anteriores se suma la exigencia de mantener streams de varias horas en vivo en las que el contenido apenas se puede planificar. Los creadores del mundo de los esports lo tuvieron más fácil desde el principio porque el guion lo pone el propio videojuego. Pero, ¿qué pasa con los demás? La clave está en el chat.
En la realidad que estamos viviendo, son los seguidores los que orientan los contenidos. No solo se establece un diálogo múltiple con los usuarios, sino que es el propio responsable del canal el que pide su colaboración a la comunidad para que le aporte ideas, enlaces, noticias, propuestas temáticas. Cada canal ha generado su propio grupo de guionistas espontáneos que, sin ser conscientes de serlo y vía chat, cocrean para articular el programa al que asisten.
En Twitch, cada canal ha generado su propio grupo de guionistas espontáneos que, vía chat, articulan el programa al que asisten
En Twitch, Discord se ha convertido en la herramienta paralela que habilita la dirección en la que evolucionan los contenidos. Ángel Martín, por ejemplo, cuenta con diferentes canales para distribuir, ordenar y recibir información. La habilidad de los mejores streamers para conversar sin descanso durante horas tiene el respaldo de la inteligencia colectiva de sus seguidores para proporcionarles una fuente inagotable de creatividad. En YouTube, esta fuerza llega a través de los comentarios del canal, donde se deciden las temáticas para los próximos vídeos. Incluso la capacidad para opinar y que se compartan en público dichos comentarios se ha convertido en un privilegio de los que, además, microfinancian al creador.
El resultado es un ecosistema de storytelling transmedia donde vuelven a estar presentes las segundas y terceras pantallas. Twitter sirve para prevenir, anunciar y destacar momentos estelares. Twitch para concentrar los directos. Discord para comentar y generar comunidad. YouTube para almacenar las retransmisiones y que no se pierdan. Instagram para visualizar fragmentos. Nada se duplica inneceariamente.
¿Cuál será el siguiente paso? Es posible que veamos una progresiva asociación de videocreadores en agrupaciones más estructuradas, como el nuevo equipo de Ibai Llanos, que sigue imitando la configuración de los equipos de esports. Desde ellas, el desarrollo de contenidos se puede hacer de una forma más organizada. De la improvisación y el guion colectivo se pasará, poco a poco, al guion profesional. Redescubriremos procedimientos del pasado y nos asombraremos llamándolos de otra forma.
La rueda seguirá girando para que el contenido no se detenga.