En el intricado tejido empresarial, la disfunción en los procesos de comunicación interna se puede convertir, a veces, en un escollo difícil de superar que termina perturbando el equilibro entre los trabajadores. Con frecuencia, nos encontramos ante el desafío de organizaciones donde la información vital, que suele ser el motor que impulsa la maquinaria corporativa, no fluye de manera eficiente, ni a diferentes niveles, ni de manera interdepartamental, ni mucho menos entre las personas que deben acceder a y compartir dicha información.
Este mal endémico, lamentablemente, obstaculiza el progreso, mina la eficacia y socava los cimientos de la colaboración entre los profesionales que forman parte de la compañía. La solución, sin embargo, está cerca: hacer uso de la comunicación interna y ponerla al servicio de los intereses globales de la empresa.
Desde ese punto de vista, la comunicación interna es el catalizador que permite abrir el caudal de conocimiento y experiencia que los empleados tienen. Esto permite que cada rincón de la compañía se empape de la información pertinente, evitando repetir procesos, caer en los errores por los que otros ya han pasado o desaprovechar oportunidades por desconocer el rendimiento que otros han logrado antes.
La comunicación interna es, por lo tanto, el nexo o el puente que conecta las diferentes áreas y a sus respectivos profesionales. Contribuye a transformar el aislamiento -que a menudo se genera por el deseo de apropiación del conocimiento como ventaja competitiva interna- en un intercambio equilibrado de ideas y estrategias. Cuando se ejecuta correctamente, se convierte en la esencia misma que impulsa el éxito organizacional.
Claves para “desatascar” la comunicación
Para lograr un mejor funcionamiento del intercambio de ideas, hay cuatro claves que podemos tener en cuenta para que la comunicación interna sea un habilitador y no un freno:
1. Transparencia: el piloto automático del éxito
La transparencia es la moneda de confianza que circula en el mundo empresarial. Proporcionar información clara y completa a todos los niveles de la organización es crucial, sobre todo si queremos lograr coordinación y resultados alineados. La opacidad solo siembra desconfianza y abre la puerta a la especulación.
2. Plataformas tecnológicas: poner el foco en una infraestructura adecuada
Adoptar herramientas tecnológicas eficientes facilita la difusión instantánea de información, al menos si dicha tecnología responde a problemas concretos. Plataformas colaborativas, intranets multifunción y aplicaciones móviles se erigen como aliados estratégicos para una comunicación interna dinámica. Eso sí, es imprescindible evaluar qué es lo que necesitan los profesionales y considerar si las herramientas de que ya disponen se emplean de manera inadecuada, si son insuficientes e incluso si pueden verse solapadas con otras que se vayan a integrar posteriormente.
3. Canales multidireccionales: acabar con las barreras jerárquicas
Establecer canales bidireccionales, donde la información fluya de arriba a abajo y de abajo a arriba, contribuye a derribar las barreras jerárquicas. Fomentar el diálogo a todos los niveles, y no sólo entre perfiles directivos, cuadros intermedios o especialistas, promueve una cultura de comunicación abierta. La transversalidad siempre es una buena aliada, y merece la pena aplicarla.
4. Contenido relevante: el impulso del motor del compromiso
La información debe ser relevante y adaptarse a las necesidades de cada equipo. Contenidos tediosos o irrelevantes son el enemigo número uno de la atención y el compromiso. Los primeros llevan a la desconexión y los segundos a considerar que la empresa no es capaz de entender qué es importante para sus empleados.
Podemos recordar, como ejemplo de una mala y poco fluida comunicación interna, el caso del memorándum de Yahoo! sobre el teletrabajo. En 2013, su entonces CEO, Marissa Mayer, compartió un documento para reforzar la prohibición del trabajo remoto. Algo que hoy no podríamos entender como razonable, entonces tampoco recibió una buena acogida por parte de la totalidad de la organización. Mayer entendía que el desarrollo de la cultura corporativa sólo podía hacerse desde la presencialidad, y optó por comunicar su decisión, unilateral, a través de un canal frío, nada transversal y poco transparente, en el que primaba la amenaza (los empleados podían ser reubicados o renunciar a sus posiciones). Además, saltó una crisis reputacional a los medios, aunque también dio pie a un debate necesario. Aquí, una buena gestión de la comunicación interna podría haber ayudado a cambiar la dirección de los hechos y su impacto, tanto interno como externo.
Desentrañar los nudos en los procesos de comunicación interna es esencial para el progreso corporativo. Adoptar una mentalidad proactiva hacia la transparencia, aprovechar la tecnología y fomentar un diálogo multidireccional son pasos cruciales hacia la construcción de una cultura organizacional donde la comunicación fluya, irrigando el terreno del éxito corporativo.